RENDIR NUESTRAS VIDAS
PARA QUE OTROS TENGAN VIDA
El hombre es por naturaleza y por vocación un ser religioso. Viniendo de Dios y yendo hacia Dios, el hombre no vive una vida plenamente humana si no vive libremente su vínculo con Dios.
Al defender la
capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su
confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos
los hombres. Esta convicción está en la base de su diálogo con las otras
religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y
los ateos.
La caridad en la
verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre
todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del
auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»—
es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con
valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz.
El amor en la verdad
—caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en
progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la
interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con
la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar
un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de
la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un
carácter más humano y humanizado.
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